Hoy, cuando nos preparábamos para cepillarnos los dientes, Oriana me dijo que en la escuela le lavan la boca con jabón a quienes dicen malas palabras.
Un poco temeroso de la respuesta, le pregunté si ella decía malas palabras, pero ella me contestó que jamás lo hace. Su respuesta dio lugar a una más allá: Y sabés malas palabras?
"Sí", me contestó. "Pero nunca las digo".
"Qué mala palabra sabés?", le pregunté acercando mi oreja a su boquita, hasta ese momento angelical. En ese instante pensé que luego de la inminente revelación, una nueva etapa iba a quedar detrás.
"Estúpido", me dijo en voz baja.
Y respiré tranquilo, conciente de que este fue tan solo un aviso.
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