Dios, tú que en tu infinita bondad
me diste la inteligencia para enseñar
que los 15 chicos que vio Margot
son más que los 13 que vio Jon,
y que los 18 caracoles son más que las 7 almejas,
te pido que me des la sabiduría de Job
para aguantar estoicamente
los llantos de Oriana que se rehusa a hacer su tarea,
que no escatima berridos para ponerme a prueba
y que suplica ver a Sponge Bob
mientras arrastra el lápiz por el papel.
Te agradezco tu celestial intervención
cuando hiciste que practicara su lectura
con el librito “Daddy loves me”.
Sólo tú sabes que si no hubiera sido
por la frasecita que culminaba cada hoja,
esa de “’cause Daddy loves me”,
tal vez lo hubiera olvidado,
y esta plegaria hubiera llegado demasiado tarde.
Te ruego que me brindes la templanza
para aguantar los alaridos de Renzo,
que en el cuarto de al lado
se frusta con el autito de Legos que su mamá le está armando.
Bendice las manos de Nancy para que tengan la destreza
de terminar con el juguete cuanto antes.
Y apacíguala ahora que ha caido en la cuenta
que Renzo tiró la partecita que ella no encontraba
adentro del aparato del televisor.
Ungelo a Renzo con la gracia de la higiene,
así no llora más porque se tiene que ir a bañar,
y haz que se porte bien,
porque prohibirle el postre como ya se lo hemos prohibido a su hermana
añadiría más miseria a esta tarde apocalíptica.
Te pedimos esto en tu nombre
agradeciéndote que nuestras vidas
se desarrollen hoy en una planta baja.
Amén.