A eso de las seis de la tarde quiso bailar. El interés le duró poro ya que, al verla bailar a la mamá, se frustró y dijo que ella no podía hacer lo mismo. Hubo llanto (por supuesto) y se rehusó a continuar.
Sin embargo, al rato, con la madre fuera de vista y un compact de Beethoven, de la nada me dijo "Quiero bailar". Y así es como comenzó con una sesión que duró más de media hora ininterrumpida.












No hay comentarios.:
Publicar un comentario